Ayer leí que "El Grito" del noruego Edvard Munch, una de las cuatro versiones que se hicieron y la última que estaba en manos privadas, se colocó como la obra de arte más cara del planeta. Se vendió en Nueva York por 119,9 millones de dólares (91 millones de euros), cifra récord que superaba los 106,5 millones de dólares (81 millones de euros) de "Desnudo, hojas verdes y busto" de Picasso, el máximo histórico alcanzado hasta entonces por un cuadro en una subasta.
Simon Shaw, director de la subasta organizada por la casa Sotheby's, aseguró a Efe que la obra del pintor noruego (1863-1944) "define la modernidad y es instantáneamente reconocible, porque es una de las pocas imágenes que trascienden la historia del arte y que tienen un alcance global, quizás sólo detrás de La Mona Lisa".
Hoy leo que la obra del artista rumano Constantin Brâncuşi realizada en 1911, llamada "Prometeo", se ha vendido esta semana también por 12.682.000 de dolares en New York, imagino que en la misma subasta en la cual se vendió "El Grito".
Brâncuşi y su "Prometeo" (o Prometeu, o Prométhée) es una obra artística de una sutileza enorme. Representa al mito clásico (de ahí su dorado, ya que él trajo el Fuego a los Hombres). A primera vista se nos presenta una especie de esfera perfectamente pulida, como si a la vez fuese un espejo.
Uno sabe que parte del juego del arte moderno es precisamente despistar al espectador, enviarle por caminos que no son los correctos, si es que éstos existen, y hay que saber cómo Brâncuşi juega a crear símbolos. ¿Pero dónde está Prometeo en la obra? debe de estar en alguna parte. Tal vez dependa de cómo veas las cosas, querido lector, del ángulo desde donde se vean puedes encontrar lo que buscas.
¿Ves unas ondas en la esfera que se convierten en el arco de las cejas, señalando el puente de la nariz?
Ahí tienes a Prometeo.
O, mejor dicho, el símbolo de una cabeza humana, la cabeza de cualquiera de nosotros, incluso la de Prometeo, ya que aparte de su color dorado, que recordara el fuego que el Titán trajera a los hombres, nada más había que permitiera realizar tral atribución. Son los rasgos esquemáticos más básicos para plasmar la idea de una cabeza. Señalar que el tema no importa, es secundario, prescindible, lo que importa es cómo se plasma, o cómo no se plasma, o como se desvía uno de él, o como se acerca a él, como, en realidad, se juega con él. Un juego muy serio, donde se siempre se está arriesgando la piel, pero juego al fin y al cabo.
Un juego que llega, en esta obra de Brâncuşi, a engañarnos con respecto a la materia con que está hecho, puesto que esa esfera dorada es, en realidad, de bronce.
Uno sabe que parte del juego del arte moderno es precisamente despistar al espectador, enviarle por caminos que no son los correctos, si es que éstos existen, y hay que saber cómo Brâncuşi juega a crear símbolos. ¿Pero dónde está Prometeo en la obra? debe de estar en alguna parte. Tal vez dependa de cómo veas las cosas, querido lector, del ángulo desde donde se vean puedes encontrar lo que buscas.
¿Ves unas ondas en la esfera que se convierten en el arco de las cejas, señalando el puente de la nariz?
Ahí tienes a Prometeo.
O, mejor dicho, el símbolo de una cabeza humana, la cabeza de cualquiera de nosotros, incluso la de Prometeo, ya que aparte de su color dorado, que recordara el fuego que el Titán trajera a los hombres, nada más había que permitiera realizar tral atribución. Son los rasgos esquemáticos más básicos para plasmar la idea de una cabeza. Señalar que el tema no importa, es secundario, prescindible, lo que importa es cómo se plasma, o cómo no se plasma, o como se desvía uno de él, o como se acerca a él, como, en realidad, se juega con él. Un juego muy serio, donde se siempre se está arriesgando la piel, pero juego al fin y al cabo.
Un juego que llega, en esta obra de Brâncuşi, a engañarnos con respecto a la materia con que está hecho, puesto que esa esfera dorada es, en realidad, de bronce.
Voy terminando.
Nunca estuve muy de acuerdo con el comercio que se hace con el arte, mucho menos de las cantidades que se pagan por ello. Por mí que todo sea de dominio público y el dinero que se trafica con ello a donde más hace falta. He dicho.
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