viernes, 5 de julio de 2013

Dientes, manos y piel en la Calle Alegre

El vivió un Erasmus diferente a muchos otros. No fue mejor ni peor, fue simplemente eso: diferente. Quizás una experiencia más cruda, más realista por conocer una de esas diversas caras de la vida urbana y la de las desigualdades que en una gran ciudad puede dar cabida, sin olvidar los factores políticos y sociales que la generan. 

Siempre hacemos por ver lo bueno de las cosas, buscamos el lado positivista muchas veces porque en la mayoría de las ocasiones no sabemos cómo enfrentarnos a las malas, o porque no nos interesan, etc. Pero no tenemos que irnos a Rumanía para ver las desigualdades sociales, basta con salir de nuestra propia casa y observar, aunque en Rumanía la proporción de densidad poblacional en factores de desigualdad extrema sea mayor. Lorenzo siempre estuvo en contacto con esos "olvidados" de la sociedad, los "apartados" o como un hombre que vivía en uno de esos canales subterráneos de Bucarest me dijo, "somos los considerados no humanos". Esta realidad, sumada a las otras muchas, da lugar al mosaico social en Bucarest. Nos hablará, aunque no será el único, de los jóvenes que vagan por las calles sin un rumbo, sin hogar, sin familia, abandonados y de ese contacto con las drogas en muchos casos, un mundo violento y con la infancia perdida. Yo en más de una ocasión le acompañé, quería ser partícipe de este segundo mundo dentro del otro mundo.



Introducción por Scalchi

Este estracto, tomado del blog "Strada Bucur" (Calle Alegre/Feliz del rumano al español), representa una de las más importantes transcripciones de pensamientos realizadas durante mi periodo en Rumanía. De pensamientos, es decir, que en el momento de ser concebidos me quemaban en la cabeza. La dificultad de la transcripción radica en el peligro de perder la riqueza de los hechos. Sin embargo, el valor de la palabra escrita se basa en que cada uno es libre de interpretar y representar un hecho que, en su propia realidad, es crudo, difícil, confuso.

Mi presencia en las calles de Bucarest junto a los niños de las calles, que las pueblan tanto en su superficie como en las alcantarillas, han dado su fruto en la investigación realizada durante algunos emses.

De hecho, he entrado en la dura realidad de los niños de la calle para comprender mejor las dinámicas sociales e interpersonales. He pasado 4 meses colaborando con la Asociación Parada, una Organización No Lucrativa de Carácter Social rumana que, a través de actividades de malabares y gracias a una intervención social directa en las calles, trata de crear lazos duraderos con estos chicos que han sido abandonados a su suerte y no han tenido más remedio que organizarse en grupos para poblar las alcantarillas de la metrópolis. Además, pasé otros dos meses con uno de estos grupos. El canal estaba ubicado en Distror, en la periferia al este de Bucarest. El material etnográfico que he recopilado ha servido para escribir la tesis de Antropología Política acerca de las dinámicas de organización del poder dentro de un grupo de la calle.


Denti, mani e pelle nella Strada Bucur di Bucarest
30/01/2011
Lorenzo Scalchi

La calle es un lugar, una casa para muchas personas, aquí en Bucarest. Da de lleno en la realidad rumana porque muchas, muchísimas de estas personas son chavales, incluso todavía niños. La calle conforma un ambiente y, como tal, modifica claramente a las personas que viven en ella.

En el pasado, he escrito que no existen "los chicos de la calle" porque hay chicos que entran, viven e incluso salen de la calle. Y entonces seguimos manteniéndolos separados. Esforcémonos en pensar que todos los chavales, incluso aquellos que han nacido en la calle, han firmado una especie de pacto/contrato con este ambiente. En pensar que han elegido verse condicionados por la calle, incluso han elegido depender de ella. Son, con todo, conscientes de que en este contrato existe una cláusla de "no asimilación". Pueden salir, pueden elegir. Me gusta pensar así. Veamos entonces cómo los contratantes se esfuerzan en respetar las cláuslas, especialmente aquella que establece la "no asimilación". Veamos, de manera particular, cómo las experiencias de este estilo de vida pueden modificar el aspecto único de las personas. Cómoe estos chicos pueden verse condicionados, durante mucho tiempo, por las experiencias que han vivido.

Escribiré acerca de las tres partes del cuerpo que veo que se modifican más rápida y más visiblemente. No escribiré sobre nada más porque cuando la calle es cruel, hay partes del cuerpo que ya no se pueden cuidar bien.

Y ahora no me apetece hablar de estas partes.

Escribiré sobre los dientes, sobre la piel y sobre las manos.

Creo que la vida en la calle significa, fundamentalmente, aventura. Hablo de aventuras fuertes, excitantes, a menudo tremendamente peligrosas. Aventuras que cada chaval recuerda muy bien, porque quedan grabadas con una tinta indeleble. Porque han causado dolor, o también muchísima felicidad. Cuando pregunto a los chicos sobre aquella experiencia que recuerdan mejor de su vida en la calle, escucho cómo hablan del gran grupo de amigos que son, aquellos con los que comparten y luchan para sobrevivir. Compañeros de vida, más que amigos. Compañeros en el auxilio. Y entonces me viene a la mente, pensando en el físico y en otros rasgos en común de muchos de los chicos, que el pegamento es un factor que modifica su físico (hablo del físico refiriéndome únicamente a los rasgos externos), y que es un momento social, una manera de compartir algo. Un rito que les sirve para sentirse unidos en la lucha.

El pegamento, junto con los cigarrillos y la mala alimentación, se deja notar en los dientes. Están enfermos, llenos de caries, torcidos, rotos. Son los dientes, extremadamente frágiles, los primeros en verse afectados por las sustancias nocivas que tragan e inhalan. Con los dientes rotos debido a los gases ácidos del pegamento, no les queda más remedio que comer lentamente. Los chicos no tienen prisa comiendo, no corren. Comen despacio, y sobre todo, respetan el tiempo de cada uno, si están en grupo. No digo que se esperen los unos a los otros, pero buscan compartir la comida todo lo posible. Especialmente occurre que los más mayores, los responsables, sean los últimos en comer. Y esto lo he notado muchas veces cuando he estado con ellos en la calle. En el Centro no. En el Centro todos son iguales con respecto a la asociación que les impone un programa y un menú único.

Los dientes se dejan ver cuando sonríen, y ¡sonríen mucho! Esto me hace pensar en su "normalidad". En cómo son extremadamente "normales" con respecto a nuestros cánones de normalidad determinados, principalmente, por una condición: no estar drogados. De hecho, cuando no están esnifando pegamento, tienen una capacidad extraordinaria para adaptarse al entorno. Los chicos que he conocido tienen un carácter muy despierto. Algunos son extremadamente determinados y quieren aquello que no han podido tener nunca y que es tan valioso: ir a la escuela.


Luego están las manos, estropeadas por las experiencias cotidianas de la calle. Manos de quien sabe usarlas. Manos de quien busca y de quien, cada día, se srive de ellas para introducirse donde sea a buscar algo para meterse, para poder seguir adelante. Y no hablo solo de papeleras, de basura o de dinero. Hablo de trabajo, de cuestiones prácticas, de habilidades. Hablo del arte de apañarse con poco, con los instrumentos de trabajo. Instrumentos que pueden funcionar de destornillador o de pala para abrir las alcantarillas y arrojar dentro la nieve que se acumula frente a la entrada del Centro de día. Que pueden funcionar también como pelotas, cintas rojas, juegos de magia.

El circo no podía nacer en un sitio más adecuado. Y se ve. Los chicos de Bucarest tienen una habilidad que, desde mi punto de vista no deriva de horas de práctica en el centro de día desde que eran niños. Se trata de algo más. Las manos. Las manos que permiten, las manos que nunca han tenido miedo de nada, ni siquiera de los bolígrafos que ahora tienen que aprender a utilizar. Manos estropeadas, con cortes, con cicatrices. Manos que te saludan, a ti, al extranjero. Manos que te respetan porque no estás en tu casa, porque eres foráneo. Manos que dan comienzo a una relación que puede durar una semana, un mes o más. Manos que son las primeras que sufren. Manos enfermas, inhibidas por el mayor de los males para estos chicos rumanos: el frío casi polar. Y esto es lo que no logro concebir. El frío. El frío que no significa únicamene pobreza. Porque tienen vestidos, aunque estén viejos y rotos. El frío no es sólo hambre. No, no es esto. Es el frío de quien no tiene un hogar. Y este es el problema de este Estado. No logra combatir el frío. ¿Y cómo podría hacerlo?

Por último, está la piel. Dura, rígida, con cortes. La piel lo junta todo. Pero, sobre todo, me hace pensar que quien tiene el entusiasmo por la vida, quien tiene callos en los dedos y quiere (decide) escalar dentro de la escala social, podría ser un potencial pequeño héroe. Un gran ejemplo para todos. Y, por lo tanto, veo futuro en esta piel.

Espero seguir viendo, espero continuar asociando mis pensamientos a su físico.


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Lorenzo me mandó su texto en italiano y yo hice un intento de traducción cercana al castellano pero finalmente ha sido Alessia quien la hizo de manera magistral, la esencia está presente.
Por fin puedo escribir una entrada con la colaboración de una persona muy especial, Lorenzo Scalchi, compañero de aquella 136 de la residencia de Grozavesti, (y amigo de por vida).

3 comentarios:

  1. Borja, mi amigo, y Alessia,

    gracias por todo! Gracias por la traduction et por l'attencion que teneis sobra esta experiencia, la mìa, la nuestra, la vida de los chicos. Es un pecado que vivimos lejos. Pero ahora escribo en italiano porque no tengo mas, como ante, la capacidad de ablar en espagnol.

    Grazie dunque per aver riportato questi nostri ragazzi e bambini alla luce del sole. Molte volte penso che voglio tornare a Bucarest, e sperare che tutti i ragazzi che ho conosciuto non si siano dimenticati di me. In fin dei conti sono loro che mi hanno cambiato la vita. Vi ricordate la piccola ALINA? La ragazza di 28 anni che sembrava una bambina?Lei sta bene ma non la vedo da due anni. Dunque l'obiettivo è tornare (tenemos que volver)! E' stato difficile andar via dalla Romania, ma mi sembra ancora più difficile tornare.
    Una volta sola sono tornato a Bucarest, nell'estate 2011. Sono tornato anche a Grozavesti, ma senza di voi non era la stessa cosa. Posso dire, ora veramente lo posso dire, che siamo stati veramente una bellissima squadra!

    RAGAZZI CI VEDREMO PRESTO
    HASTA PRONTISSIMO!!!!!!!!!!!!!

    W l'habitacìon 136!!!!!!!!!!!!
    Lorenzo

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  2. Non mi stancherei mai di leggervi

    Un abbraccio a tutti

    Arianna

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